Jimmy López Morillo
La Historia es lapidaria: en
algún momento alcanza a los pueblos, por mucho que los poderes hegemónicos impongan
su inmensa capacidad bélica, su control de los medios de producción, de
comunicación, su capacidad para manipular conciencias. Siempre llegará hasta
nosotros.
Fernando Soto Rojas, en una
entrevista que le hicimos a comienzos del año pasado, nos daba ejemplos de cómo
esa Historia se había llevado por delante a imperios tan poderosos como el de Egipto,
“que duró 3 mil 500 años”. Aseguraba que el estadounidense “será el imperio más corto en la historia de
la humanidad”. Pero también es el más genocida, extendiendo a todo el globo
terráqueo aquella sentencia inapelable de nuestro Libertador, Simón Bolívar:
“Los Estados Unidos, parecen destinados por la Providencia, a plagar la América
de miserias, en nombre de la libertad”.
En ese proceso, los
genocidas de Washington han utilizado todos los medios a su alcance para dejar la saña de su impronta en los territorios
a los cuales les ponen el ojo de acuerdo con sus intereses, los del gran
capital, el llamado Estado Profundo que en realidad gobierna esa nación.
La “democracia”, que ni
siquiera existe en su Constitución, la moldean según sus conveniencias. Así,
Augusto Pinochet , a quien impusieron en un sangriento golpe de Estado en Chile
y sigue gobernando –años después de su deceso- a costa de la vida de miles de inocentes,
es un “demócrata” y Hugo Chávez o Nicolás Maduro, derrotando a todos sus ungidos
en innumerables elecciones, son “dictadores”.
Inventaron la figura de un
supuesto “presidente interino” –inexistente en nuestra Constitución- e hicieron autoproclamarse a un imbécil que, literalmente,
resultó un delincuente de altos vuelos -¡no podía ser de otra manera!-, un
asesino serial –dadas las muertes que ha causado desde 2019- y un inútil que si
bien les sirvió para apropiarse de una considerable cantidad de activos del
Estado venezolano –léase pueblo- en el exterior, no les bastó para su principal
cometido: derrocar al gobierno legítimo del presidente Maduro y poner sus
garras en las inmensas riquezas de nuestros suelos.
Por eso, tres años después,
tal y como era predecible, el fulano “interino” es un bagazo desechable, al que
ya tratan como un indeseable escupitajo todavía en sus bocas, del cual no
hallan cómo desprenderse. Le dejan claro sus mensajes: ya no nos sirves, mientras
éste revolotea cual mariposa en medio de ventoleras y balbucea sus ininteligibles frases en el trance del
abandono de sus amos y de aquellos que hasta hace poco medraban a su alrededor
lo expoliado a nuestro pueblo.
No perdemos la esperanza de
verlo algún día en la cárcel (aunque por ahora solo parezca una fantasía
tropical, pero uno no sabe).