Jimmy López Morillo
En realidad, podemos echar
un vistazo a la historia a propósito de la victoria de “Lula” en Brasil y
entender que estos vientos no son tan nuevos: vienen desde hace un par de
siglos, cuando en nuestros territorios se iniciaron los procesos en procura de
la libertad frente a los invasores.
Tales vientos, que van y
vienen en nuestros países, han soplado con mayor o menor intensidad según las
distintas etapas por las cuales hemos transitado y han tenido sus protagonistas
con nombres específicos y otros que desde su anonimato han ofrecido sangre y
vidas, para ir soñando y empujando en la dirección de estos pueblos que ayer,
hoy y siempre tendrán un enemigo fundamental: el capitalismo, cuya fase
superior es el imperialismo, representado por los gobiernos de Estados Unidos,
la nación más genocida conocida por la humanidad.
Y si bien ahora mismo
respiramos algo de frescura, con la retoma del poder por un muchacho de 77 años –mira tú, chamito-, si nos colocamos
en esos planos de analistas en los que suele ubicarse nuestro colega Clodovaldo
Hernández, nada de esto hubiese sido posible, si el mismo “Lula” no hubiese
coincidido en tiempos y dirección de los vientos con figuras tan determinantes
en nuestra región como Néstor Kirchner, Rafael Correa, Daniel Ortega y nuestro
comandante Hugo Chávez Frías –con Fidel Castro en sus veredas-, en tanto por
ahí andaba, en predios colombianos, Gustavo Petro arando como hormiguita en las
entrañas de aquel Narco-Estado -aparentemente impenetrable bajo el dominio de
sus amos imperiales- y Andrés Manuel López Obrador, al sur de las riberas del
Río Grande.
Porque si bien de aquel tridente que plantó cara al
imperio desde una región a la que siempre han considerado su patio trasero – Kirchner,
Chávez, “Lula”-, solo sobrevive físicamente este último, y a pesar de que en
Argentina gobierne un sospechosísimo Alberto Fernández y en Chile uno de los
representantes de esa izquierda sumisa al pinochetismo, Gabriel Boric, no puede
negarse que de este lado del continente estamos en mejores condiciones que hace
poco menos de un año. En Brasil, ha caído el último bastión del Grupo de Lima,
quedando solamente como un insepulto cadáver Luis Almagro, en esa OEA en vías
de extinción. Eso, por supuesto, es bueno.
En el caso de Venezuela, tal
vez no podemos esperar aliados incondicionales en ningún lado–por aquello de
las particulares situaciones de cada país-, pero los triunfos en nuestras
vecindades de candidatos con más coincidencias que diferencias con nuestro
primer mandatario –en apariencia-, anuncian respiro en medio del asfixiante
bloqueo al cual hemos estado sometidos y posiblemente nos permitirán avanzar un
poco más en el proceso de nuestra recuperación.
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