Jimmy López Morillo
Eventualmente, cuando el tiempo y nuestros exiguos presupuestos lo
permiten, compartimos con el negro Antonio Aponte unas cervezas en el bulevard
de nuestra parroquia La Vega, que aprovechamos para conversar de distintos
temas, incluyendo la actualidad política, su análisis, el pasado histórico,
lejano o reciente y sus proyecciones tanto en el presente como en el futuro.
Con “Cúa” (para quienes militaron en la Liga Socialista), hemos andado desde
que a fines de 1979 del siglo pasado, nos invitó a formar parte del equipo
fundador de La Vega Dice, uno de los pioneros del periodismo popular en
Venezuela, y usualmente tenemos este tipo de conversaciones maceradas por su
irreductible condición de revolucionario.
Apenas días atrás, entre los puntos tratados en esas tertulias que por
alguna razón se nos hacen tan cortas, pese a que pudieran extenderse por horas,
estuvieron –era inevitable- el de los efectos devastadores causados en los
bolsillos de los asalariados por el incremento acelerado y aparentemente
indetenible del dólar, oficial y “paralelo”, los cuales, valga la reiteración,
marchan casi paralelos y cómo tal situación, entre muchas otras, ha llevado a
la depauperada oposición –detrás de la cual ya sabemos están sus amos
imperiales- a tratar de recuperar algo del perdido oxígeno.
“Nadie puede negar que existe algo de razón entre quienes puedan salir a
reclamar su justo derecho a sueldos y salarios decentes, a una mejora en sus
condiciones de vida. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa:
tampoco es posible negar toda la saña con la cual el imperio y sus lacayos nos
han atacado durante casi diez años. Yo estoy seguro de que Nicolás –así, con la
confianza que le da el haber compartido militancias en la LS con el ahora
Presidente de la República-, está en la búsqueda de las fórmulas para solventar
todo esto y las va a conseguir”, nos aseguraba.
Y como estábamos cercanos a la celebración de un nuevo aniversario de la
gesta del 23 de enero de 1958, también abordamos el aspecto del que, en buena
medida, ha sido el punto de partida para muchos revolucionarios, de antes e
incluso de ahora: “La traición a esa rebelión popular que sirvió para derrocar a
Pérez Jiménez, dio origen a la lucha armada y de alguna manera, a nuestras
convicciones revolucionarias, incluso los que éramos unos niños o adolescentes y
hasta muchos de los que llegaron después”, apuntaba.
Por eso, “no podemos dejar de lado esa huella, las convicciones que de allí
nacieron, por los que allí cayeron, mucho menos ahora, ante estas nuevas
arremetidas, por muy molestos que se pueda estar. Debemos seguir luchando, sin
entregarnos al enemigo, porque así hemos vivido”, sentenciaba, mientras pedíamos
la cuenta.
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